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Por: EL PAÍS | 26 de abril de 2015
Por Ángel Viñas
Este 26 de abril se cumple otro aniversario de la destrucción de la villa foral en 1937. Los lectores españoles que se hayan interesado por el tema habrán podido ojear el libro, recientemente traducido al castellano, de la profesora Stefanie Schüler-Springorum, la segunda edición del libro del profesor Xabier Irujo y/o mi edición de la clásica obra de Southworth con un epílogo poniendo su trabajo al día de ciento quince páginas. No he visto (sin duda por ignorancia culpable) que ningún autor neo-franquista o para-franquista se haya dado por enterado. En una nueva -es un decir- biografía de Franco, presentada a bombo y platillo, sí he encontrado el enésimo refrito sobre este tema desde sus comienzos. Parece como si los autores tuvieran dificultades existenciales en reconocer que se trató de una acción terrorista efectuada por la Legión Cóndor en una campaña de estrechísima colaboración entre las fuerzas aéreas “nacionales” y las del Ejército del Norte mandado por el sanguinario general Emilio Mola. Todo lo que se ha escrito y documentado sobre estos aspectos desde, por lo menos, 1975 no parece servir para nada. ¿Por qué?
Quizá porque Gernika fue una de las peores operaciones de propaganda que se le ocurrió a Franco. Sin duda porque quienes escribieron durante la dictadura no quisieron “mojarse”. O porque hay que mantener enhiesto a toda costa el honor del Caudillo.
Dos escritos del coronel barón Wolfram von Richthofen, jefe de EM de la Legión Cóndor, permiten remachar las tesis contrarias. El primero estaba en los archivos berlineses y el segundo se encuentra en Villaviciosa de Odón, al alcance de cualquiera. El primero lo halló Schüler-Springorum, el segundo lo manejaron -con otros propósitos- Morten Heiberg y Manuel Ros Agudo. Quien esto escribe se permitió contextualizarlos pormenorizadamente. Un documento puede, en sí, decir poco. Es el historiador quien le pregunta con respecto a un tema concreto y en una dirección concreta.
El primero es una especie de informe tras la acción. Data del 28 de mayo de 1937. Describe con detalle la actuación de la Cóndor en la campaña de Vizcaya y sus experimentos con diversos tipos de bombas y modos de lanzamiento. También participaban los italianos. La idea era identificar qué combinación resultaba la “mejor” para destruir edificios parecidos a los de las ciudades sitas en países próximos al Tercer Reich. En 1937 la Luftwaffe ya planeaba ataques terroristas. Lo hizo, también de la mano de von Richthofen, dos años y medio más tarde en Varsovia.
Durango, Eibar y Gernika sirvieron de conejillos de indias. Se sospechaba, se había escrito, pero no se había demostrado con evidencia primaria relevante de época. En Durango se constató una destrucción del 55 por ciento. Poca cosa. En Eibar del 60 por ciento. Mejor. ¿Y en Gernika? ¡Ah, qué alegría! Con otra técnica de lanzamiento, el empleo masivo de bombas incendiarias y las mayores bombas rompedoras disponibles entonces en el arsenal (250 kgs), se alcanzó un satisfactorio 75 por ciento. Se destruyeron concienzudamente las conducciones de agua para favorecer la propagación de los incendios. Las condiciones técnicas no permitieron hacerlo, sin embargo, al compás de las excitantes notas wagnerianas que tanto gustaban a la élite nazi. Una pena.
El escándalo fue fenomenal. Había corresponsales extranjeros en Bilbao. Enviaron la noticia. El lendakari Aguirre acusó a la aviación nazi. Franco lo negó vehementemente. La culpa era de los propios vascos, ayudados por dinamiteros asturianos. El escándalo quedó servido. Hitler, sorprendido, pidió informes. La Cóndor respondió que lo habían hecho a petición de las unidades de primera línea. Tropas españolas. Fue una salida inmediata. No era totalmente cierta.
Los historiadores franquistas, para-franquistas y neo-franquistas dieron con una "solución" en los años finales de la dictadura. La Legión se había extralimitado. Franco había ordenado no bombardear ciudades sin autorización previa. Con estos argumentos algunos se labraron cierta reputación. Uno llegó a afirmar que los alemanes, unos "desgraciados", habían traicionado la obediencia debida al Caudillo.
Rien de rien. El jefe de la Cóndor respondía solo ante Franco de quién recibía órdenes. La disposición de éste sobre el no bombardeo de ciudades había prescrito a finales de enero. El primer historiador superfranquista que la mencionó no sabía leer. Cosas que pasan. Por razones operativas la Cóndor cooperaba muy estrechamente con la aviación "nacional". Desde diciembre de 1936 se habían establecido protocolos para la autorización y coordinación de las acciones en que interviniese (algunas, pocas, están en el Archivo Histórico del Ejército del Aire). No recuerdo que ningún historiador de los que ponen verdes a los alemanes los haya utilizado. ¿Y quién asumía la responsabilidad de la coordinación? Un general que no dependía del Ejército del Norte sino también de Franco. El jefe de la "Aviación Nacional": Alfredo Kindelán. En la campaña del Norte la coordinación fue no solo entre fuerzas aéreas. Lo fue también interarmas. Ello metió en el saco al Ejército de Mola.
Ahora vamos al segundo documento. Está fechado el 9 de agosto de 1937. Es una carta de von Richthofen a Kindelán. Para entonces el escándalo internacional, que había alcanzado cotas elevadísimas, había empezado a amainar en virulencia, pero seguía teniendo efectos. Franco, en su presciencia, había nombrado una comisión (que lleva el nombre de su presidente, Estanislao Herrán) para que investigase lo ocurrido. Su informe, debidamente atemperado a las necesidades políticas del momento, terminó haciéndose público en la primavera de 1938 pero solo en inglés, en Inglaterra y, ¡colmo de bondades!, en una editorial católica. (Southworth lo destruyó literalmente).
En el tardofranquismo apareció por arte de birlibirloque. Eminentes historiadores como Ricardo de la Cierva y el general Jesús Salas Larrazábal ignoraron a Southworth y echaron las campanas al vuelo. En su versión, ligeramente tergiversada, estaba la verdad encarnada.
A su carta al general Kindelán el coronel von Richthofen acompañó un informe. Las relaciones Franco-nazis, que no se habían alterado en demasía, también se habían aclarado. El informe probablemente se redactó para apoyar los trabajos de la comisión Herrán. Cuenta un montón de mentiras pero incluso para el sufrido von Richthofen resultaba demasiado duro autoflagelarse. Así que empezó diciendo que la situación en el frente el 26 de abril "llevó a ordenar al mando del Ejército del Norte el bombardeo aéreo del puente pegado a Gernika...". ¡Horror! Ahora ya no eran las fuerzas de primera línea las que lo habían pedido. Era el mando mismo. Es decir, Mola cuando menos. Si el informe se destinaba a la Comisión Herrán, esta mención machacaba lo que debía decir. Así que algún genio del Cuartel General rápidamente optó por hacer una traducción "adecuada" del informe. La referencia al mando desapareció. También otras expresiones "inoportunas".
La acción sobre Gernika terminó explicándose por el deseo de destruir un pequeño puente de piedra por el que debían pasar los soldados vascos en retirada. Aunque le parezca extraño al lector, tal estupidez subsiste en alguna infra-literatura. Y digo estupidez porque no se emplea una mezcla masiva de bombas incendiarias y otras de muy grueso calibre para dejar fuera de uso un puente que, en realidad, está dentro de la villa foral.
Si a lo que antecede unimos la camaradería que continuó reinando entre los nuevos genios de la guerra que eran los alemanes y sus protegidos, las gloriosas fuerzas "nacionales", no extrañará que muy pronto, en el avance sucesivo, Kindelán pidiera de nuevo a la Cóndor que bombardeara el puerto de Santander. Cuando los alemanes respondieron que Franco ya había prohibido otra vez ataques aéreos a ciudades y solicitaron confirmación la respuesta fue un simple ¡adelante! Una guerra es una guerra es una guerra.
Pero no se preocupe el lector. Todavía hoy encontrará fácilmente a historiadores que siguen negando la responsabilidad de Mola, de Kindelán o de Franco.
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