Los grandes desconocidos de la sociedad española
Los militares de carrera que fueron fieles a la República y que por ella combatieron en la guerra civil
En los libros de historia que estudian los jóvenes de este País, llamado España, tanto en Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato, cuando se habla de los militares de carrera, que fueron fieles a la República, sólo se suele mencionar a dos, a saber: El General Rojo y a mi paisano, el General Miaja, de los demás nada se habla o apenas se mencionan.
Es mi intención empezar a publicar un artículo -en nuestro espacio informativo “Rebelión en los cuarteles” que amablemente nos cede el medio Rebelion.org- por cada Militar de Carrera que fue fiel a la República y que combatieron con lealtad y valor, sacrificando la propia vida en tal empeño.
Hoy empezaré por hablar del COMANDANTE GÁLLEGO
D. José Gállego Aragüés: El Comandante republicano que hizo frente a los sublevados en la ciudad asturiana de Gijón.
José Gállego Aragüés nació en Aragüés del Puerto (Huesca), en 1893. Recibió formación castrense en la Academia de Infantería de Toledo, pasando a incorporarse en el Regimiento de Infantería Galicia núm. 19. En 1914 fue destinado a Larache, en el Protectorado Español de Marruecos, donde se unió al Regimiento de Infantería Extremadura núm. 15. Un año después, ya como teniente, se le asignó el mando de la Policía Indígena de Larache, integrada en el Grupo de Regulares núm. 4. Fue allí donde obtuvo la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo. Tras pasar cuatro años de servicio en territorio peninsular, regresará a África en 1921, tras el desastre de Annual, con el rango de capitán. Su regreso definitivo a España tuvo lugar en 1922, permaneciendo en la guarnición de Gijón hasta que, en 1930, se le destina al Regimiento de Infantería Saboya núm. 6 de Madrid (llamado Regimiento de León tras el advenimiento de la II República)
LA GUERRA CIVIL
18 de julio de 1936. Ese día, Gallego se encontraba de permiso en Gijón, ciudad de la que era oriunda su mujer. Tras la sublevación se puso a las órdenes del Comité de Guerra, asignándosele la comandancia militar de Gijón. Logró la rendición de los guardias civiles del cuartel de Los Campos, y procedió a la toma de los cuarteles de Zapadores y Simancas, poniendo fin a la resistencia el día 21 de agosto. Para el día siguiente, Gallego ya se había integrado en la Comandancia del Frente Occidental, para detener el avance de las columnas gallegas en la zona del alto de la espina
El comunista Juan Ambou, al frente del Departamento de Guerra del Consejo Provincial del Frente Popular desde su formación el 6 de septiembre, dedica unas líneas al comandante en su obra "Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander" donde destaca su lealtad a la legalidad republicana así como sus dotes de mando:
"Conocí al comandante Gállego en Gijón, dirigiendo el ataque contra las fuerzas del coronel Pinilla que ocupaban el cuartel de Simancas. [...] Después nos vimos en la zona occidental, en Salas. [...] tenía gran preocupación por cómo había de conducirse la guerra. Me hablaba de aprovechar las "Ordenanzas" de Carlos III. Y a mí no me pareció mal. Recuerdo siempre que me impresionó cómo en ellas se describe la función del cabo en relación con los soldados de su escuadra. Es una función humana, política, muy inteligente, que aplicada a la situación concreta del momento podría dar resultados. Conversamos largamente sobre cómo organizar a los grupos y a las columnas, mientras no se llegara a la militarización regular. Y el comandante Gállego escribió una serie de instrucciones tácticas para el combate, sobre todo para uso de los jefes de grupo y columna: tratar por todos los medios de ocupar el objetivo señalado con la debida protección y apoyo; mantener el enlace con los grupos o columnas que se encuentren en los costados o en la retaguardia; impedir a toda costa que las retiradas no ordenadas se convirtieran en desbandadas -sin duda, a veces así ocurría-; condenar toda clase de rumores y mentiras acerca de la supuesta inferioridad del enemigo, de imaginarios peligros de "copo" y todo aquello que pueda ir en detrimento de la moral del combatiente republicano. Así y todo hubo alguien en la dirección de nuestro partido que desconfiaba del comandante Gállego. La mayoría estuvimos siempre en contra." [1]
En febrero de 1937, las fuerzas republicanas lanzan una ofensiva para cerrar el pasillo Grado-Oviedo y tomar la capital asturiana. Ascendido a teniente coronel, Gállego se incorpora a la ofensiva al mando de la brigada de Santander.[2] Al poco tiempo fue destinado a Santander, donde habría de convertir a las milicias en tropas regulares. En julio de 1937 sería nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de Euzkadi: "Desempeñó diversos mandos en Santander y en Vizcaya: jefe de la Columna núm. 1, luego 1ª División y coronel jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ejército de Santander. Acabó al frente del XVI Cuerpo de Ejército -Asturias- cuando cayó la provincia santanderina." [3]
Captura y muerte
Tal y como relata Marcelino Laruelo Roa, ante el avance de las tropas rebeldes y el fin inevitable del Frente Norte, parece ser que Gállego tuvo oportunidad de abandonar Santander en los buques de guerra del puerto, pero no lo hizo. Al contrario, trató de retirarse a Asturias con sus hombres, cayendo prisionero de las Brigadas Navarras en Cabuérniga. Tras pasar por la Prisión Provincial de Santander, se le trasladó a la de Bilbao. Su cautiverio duró ocho meses. Condenado a muerte por dos consejos de guerra, fue fusilado el 28 de mayo de 1938, en el cementerio bilbaíno de Vistalegre. Como decía Juan Ambou:
"Durante su cautiverio conservó alta su moral, y lo que es más importante: mantuvo hasta los últimos momentos una lealtad intachable al régimen republicano y a la nación" También se refiere a él Julián Zugazagoitia1 , tal y como recogen Gutiérrez y Gudín:
"Apasionado por su oficio, le atribuía un sentido profundo que no era frecuente descubrir en los cuarteles españoles. Su concepción de la guerra chocaba con la de sus superiores y la de sus subalternos. Con orgullo español, se afirmaba en una lealtad profunda, que se sentía interpretada en los discursos de Azaña. Su personalidad estaba como desterrada por las carreras improvisadas, sin querella de su parte, que no gustaba de ser confundido con los que, de una a otra exigencia, hicieron mercancía del oficio y papel de renta de la lealtad. Quienes trabajaron a su lado, compartiendo los riesgos de los combates y las pausas de los intermedios, no olvidan su recuerdo ni sus lecciones de moral." [4]
El texto que un hijo de Gállego compartía en el año 2002 con La Nueva España, da buena fe de las afirmaciones de Ambou. Fue escrito por el propio José Gállego para su defensa ante el tribunal dirigido por Fidel Dávila.
Declaración ante el consejo de guerra de José Gállego Aragüés, publicada en la Nueva España, 1 de diciembre de 2002:
José Gállego Aragüés, teniente coronel de Infantería al servicio del Gobierno legítimo de España, ante el consejo de guerra dice: “En la lucha armada, y más cuando tiene el carácter de guerra civil, los adversarios usan entre los medios de agresión el del lenguaje. Nacen voces o frases, generalmente con el carácter de adjetivos, que cobran fácil y rápida circulación entre la multitud y los usa lanzándolos en intención al contrario cargados con un acento de maldición. Así, en los vuestros la palabra «rojos» evoca un cuadro tenebroso en el que van revueltas escenas de asesinatos, saqueos, violaciones e incendios. No está en ello mi sorpresa sino que nace y se detiene al ver estampada o impresa la palabra en los folios del sumario. Y me he preguntado: ¿entrará cargada con este lastre de maldad en el severo campo de la justicia? Es decir, cuando el señor juez, el señor fiscal usan la palabra rojo emplean una abreviatura que expresa el concepto «un comunista», «un sindicalista», «un socialista» que, en tanto no demuestre lo contrario, debe estimársele complicado en este grupo de crímenes.
Es el caso que yo no he pertenecido jamás a ninguna agrupación sindical ni política; no he sido partícipe de agrupación alguna encaminada a dicho fin, y mis relaciones con la política datan exactamente del 19 de julio de 1936. Claro es que en la medida de mis alcances he puesto freno a cualquier brutalidad estúpida de las que en la guerra se producen. Pero he estado al servicio de los titulados rojos, y la justicia para serlo habrá de tomarse en la porción de color ajena a esos significados y que tiene unos límites reducidos y muy concretos.
DE PERMISO EN GIJÓN
Como consta en el sumario llevaba yo dos o tres días en Gijón, disfrutando el permiso del verano cuando se produjeron los sucesos de julio; con motivo de ellos, quedé a las órdenes de la autoridad que estimaba legítima en aquellos momentos, el alcalde de la localidad, y por el cordón umbilical del deber ligado a una situación, la de adversario vuestro. No ignoro ahora, no ignoraba entonces, que con esa postura quedaba atado a más que a la faena de oposición a vuestros designios. Tenía la convicción de que con vuestro acto se entraba de lleno en una página inédita de la historia de España. Habíais abierto de par en par las puertas a un nuevo sistema económico-político-social para esas masas proletarias que teníais enfrente, y me prometí fidelidad para servir esa redención en la parte justa de sus afanes
LEALTAD, NO TRAICIÓN
Volviendo al lenguaje de guerra en sentido diametralmente opuesto al anterior, los beligerantes emplean para su empeño adjetivos que integran el mayor número posible de voluntades. Denomináis el vuestro la «causa nacional» y también ha entrado la frase en los dominios de la justicia. En el sumario se me interrogó para que manifestara cuáles ayudas había prestado a la misma; y al pedir aclaraciones al señor juez sobre el significado de la frase e implicar «servicios o auxilios al adversario encaminados a favorecer éxitos suyos» manifesté «ninguno». Ninguno, porque en estimativa para mi conducta, la lealtad es de rango muy superior a la traición e indagando de traiciones llegaba la pregunta.
ESPAÑA, ANTE TODO
Pero si la frase la abultamos hasta que tome su recto sentido e inquirimos con ella en cual medida tuvimos en el pensamiento España, la Nación, las preocupaciones que pusimos en su patrimonio, los afanes que nos merecieron las personas por fuera de sus ideologías, responderé muy distinto. Digo que España no se ha apartado un momento de mi juicio, y en los menesteres de cuidar bienes y personas he gastado todo la mía hasta verla arrinconada como sospechosa de traición; todo ello seguro de servir con mejor eficacia la propia causa y nunca con la intención de prestaros un servicio. Otra pregunta del sumario inquiere se concrete la calidad de los servicios rendidos; si de armas, oficinas, etcétera..., al parecer concediendo primas de ventaja a quien los haya prestado más precarios. Me permito hacer notar que por esta ruta es fácil confundir la incapacidad o pobreza personal con la ponderación auténtica de las responsabilidades que en el fondo decís perseguir. La calidad de traidor o la impotencia para hacer son previas y más profundas que las ideologías. Son cualidades encapsuladas en la idiosincrasia del individuo y con ellas aflorará en el oficio, en la amistad o en la política.
Hay que preguntar a cada uno: la faena que te tocó ¿cómo la realizaste? De mí sé deciros, cuando a lo precario le aguarda un criterio más generoso, que he pasado mucho dolor en soledad, porque al verme tal cual soy, había de confesarme «me faltan luces, me faltan fuerzas para enfilar a puerto seguro y llevar la carga que las circunstancias han puesto sobre mis hombros». Ojala en ambos beligerantes hubiera unas docenas de hombres más que capaces de promover y encauzar las generosidades que el alma nacional puede manar, enjaulando a la vez cuanto manifiesta de brutal y sanguinaria
¿COMUNISTA O FASCISTA?
Os he detenido acaso demasiado en estas reflexiones, para mí muy entrañables, pues por este entender he sido zarandeado por el destino de los demás, con exceso a cuanto imaginéis. Fiel a esta conducta, para muchos de los que militan en vuestro campo yo tengo rasgos comunistoides y para algunos del propio soy un fascista disfrazado con gorro frigio. Todo depende del signo de los sucesos que haya en la escena.
Por suerte o por desgracia, como profesional he opinado y actuado en mando de tropas en casi todos los sucesos que se han producido en estos últimos años: caso de Galán, instauración de la República, sucesos de agosto, octubre y los actuales. Los revolucionarios de cada hora me entendían como parcial en su contra. Los eventualmente afines, «sospechoso», pues carecía de aptitudes para seguirlos en el camino que estimaba de pasiones y resentimientos. Expresión del significado de esta conducta a través de los años es no haber logrado aún lo que tantísimos otros; algunos de los que os acompañan desde el comienzo de los sucesos, más de los que os han prestado aquellos servicios o auxilios a que hace referencia la requisitoria del sumario; ver reconocida en el diario oficial la lealtad de mis servicios a la República. Y conste que se los he prestado con toda generosidad y devoción, sin ninguna clase de reservas. No quiero que podáis imaginar en la expresión anterior un propósito de envolver mi conducta en nebulosidades, atisbando atenuantes en estos momentos. He sido íntegramente leal a su significado.
¿REBELIÓN?
Renuncio a entrar en si el señor juez y el señor fiscal han estado acertados al imputarme el delito de rebelión. No podemos imaginar al hombre disputando sobre sus derechos de ciudadanía solitario en el desierto; los ventila en relaciones de comunidad con sus semejantes.
El campo donde se ventila la categoría de Estado es el internacional, y en él, el 19 de julio de 1936 el español no tenía sino una representación: la de los poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad. Rebelión ¿contra cuál compromiso adquirido voluntariamente o por imperio de la ley? Rebelión ¿cuál enlace imprescindible podéis hablar en mi conducta que una el 18 de julio y el 19? ¿De cuál brizna de conspiración para llegar a ese acto podéis acusarme? Es un delito que creáis por la fuerza y sobre toda razón. Termino. En la extensión del áspero y lurdo cañamazo que forma la existencia cotidiana del hombre corriente (la mía es de ese estilo) se entrecruzan hebras de oro, símbolo o expresión de esperanzas ardientes, y alegrías más o menos maduras de carácter particular y personal. Sobre él, figuras más delicadas, más valiosas, hay las que bordó el deber profesional en horas macizas vividas a pleno pulmón, imantadas todas las energías hacia fines ajenos a uno mismo, la Patria, el Ejército, la sociedad, y salidas de ese cáliz que en las entrañas de cada ser guarda lo mejor de los sentimientos y lo más elevado de las ideas.
LA LEY DE BRENO
En los momentos actuales, en este instante tajante que amenaza cortar el hilo de mi existencia, en lo íntimo no falta ese juicio insobornable que me dice «cualesquiera que sean los sucesos adversarios o favorables que te tomen, recíbelos en la seguridad de que tus actos y tus palabras a lo largo de esta terrible tragedia española no desmerecen de los más acendrados que en horas pretéritas pusiste al servicio de tu Patria. Y es este sentimiento, señores del consejo, el que me autoriza para rogaros, aunque en este caso particular hagáis excepción, que os apartéis para juzgar de esa bronca ley de Breno, por la que el vencedor no tiene por qué reconocer una brizna de derecho en el vencido, y más altos, pensando en la España de mañana, que o no será o los vencedores habrán de llamar a comunión a los vencidos; y en la de hoy, exangüe en sí misma, peón que adelantan diferentes naciones de Europa en la partida internacional y a favor de sus propios intereses y circulando en el mundo como el símbolo de los instintos brutales del hombre en rienda suelta, hagáis de la justicia hacienda aparte cuyas bordas no puedan alcanzar esos mastines de auténtica sangre española: el resentimiento, la venganza y la envidia.
VERDUGOS O VÍCTIMAS
Esta vida, tan en el aire, diérala gustoso sin reserva alguna, por aventar del cielo español esa a manera de sentencia bíblica que parece pesar sobre el signo de sus hombres; condenados a vivir a lo largo de la historia como cainitas y abelianos: hoy de verdugos, mañana de víctimas.
Obligado a comparecer ante este tribunal de un delito y unas agravantes culpable, mi ser íntegro responde: «En la conciencia no cruza la más leve sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése». Me siento como un combatiente que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y, por azares de la lucha, es prisionero de guerra en vuestras manos. De entrambos hombres tomad el auténtico y, desde el fondo moral insobornable vuestro, dictad sentencia.
Santander, 17 de noviembre de 1937.
EPÍLOGO.- Al comandante José Gállego Aragües lo fusilaron a las seis de la mañana del día 28 de mayo de 1938 en las tapias del cementerio de Vistalegre, en Bilbao. El gobierno republicano le había ascendido a coronel y le había dado el mando de una división, pero él seguía sintiéndose comandante por antigüedad y porque, como había dicho: “en la lucha entre españoles no cabe hablar de victorias”...
NOTAS.- El comandante Gállego redactó un escrito de nueve folios dirigido al general jefe del Ejército del Norte, que lo era Fidel Dávila...
Es posible que se hiciera alguna gestión encaminada al canje. Téngase en cuenta que el comandante Gállego contaba con el aprecio de varios dirigentes asturianos de la CNT...
Su primer destino al mando de esas fuerzas fue en la aldea de Sidi Asmar el Gaitón, desempeñando a lo largo de ese año igual cargo en Yumaa el Tolba y Muley Buselhan...
Al iniciarse el año de 1935, el capitán Gállego estaba desempeñando de nuevo el mando accidental del batallón por ausencia de su comandante. A finales de Abril, marchó para La Marañosa a realizar un curso de guerra química...
Participó en las negociaciones entabladas con los guardias civiles del cuartel de Los Campos para que...
[1] AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011, p.15.
[2] Ídem, p.61.
[3] GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, p.57.
[4] Ídem, p.58.
Fuentes:
MUERTES PARALELAS
El destino trágico de los prohombres de la República.
http://historiadesterrada.blogspot.com.es/2014/04/jose-gallego-aragues-comandante-gallego.html
AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011.
GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, pp. 18-298.
LARUELO ROA, M.: Muertes paralelas. El destino trágico de los prohombres de la República. Gijón, 2004.
http://www.lne.es/asturias/2011/08/28/el-fracaso-de-la-sublevacion-en-gijon/1121637.html
Vicente A. Menéndez González es Brg. Ing. ET, Retirado y miembro del Colectivo Anemoi
Es mi intención empezar a publicar un artículo -en nuestro espacio informativo “Rebelión en los cuarteles” que amablemente nos cede el medio Rebelion.org- por cada Militar de Carrera que fue fiel a la República y que combatieron con lealtad y valor, sacrificando la propia vida en tal empeño.
Hoy empezaré por hablar del COMANDANTE GÁLLEGO
D. José Gállego Aragüés: El Comandante republicano que hizo frente a los sublevados en la ciudad asturiana de Gijón.
José Gállego Aragüés nació en Aragüés del Puerto (Huesca), en 1893. Recibió formación castrense en la Academia de Infantería de Toledo, pasando a incorporarse en el Regimiento de Infantería Galicia núm. 19. En 1914 fue destinado a Larache, en el Protectorado Español de Marruecos, donde se unió al Regimiento de Infantería Extremadura núm. 15. Un año después, ya como teniente, se le asignó el mando de la Policía Indígena de Larache, integrada en el Grupo de Regulares núm. 4. Fue allí donde obtuvo la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo. Tras pasar cuatro años de servicio en territorio peninsular, regresará a África en 1921, tras el desastre de Annual, con el rango de capitán. Su regreso definitivo a España tuvo lugar en 1922, permaneciendo en la guarnición de Gijón hasta que, en 1930, se le destina al Regimiento de Infantería Saboya núm. 6 de Madrid (llamado Regimiento de León tras el advenimiento de la II República)
LA GUERRA CIVIL
18 de julio de 1936. Ese día, Gallego se encontraba de permiso en Gijón, ciudad de la que era oriunda su mujer. Tras la sublevación se puso a las órdenes del Comité de Guerra, asignándosele la comandancia militar de Gijón. Logró la rendición de los guardias civiles del cuartel de Los Campos, y procedió a la toma de los cuarteles de Zapadores y Simancas, poniendo fin a la resistencia el día 21 de agosto. Para el día siguiente, Gallego ya se había integrado en la Comandancia del Frente Occidental, para detener el avance de las columnas gallegas en la zona del alto de la espina
El comunista Juan Ambou, al frente del Departamento de Guerra del Consejo Provincial del Frente Popular desde su formación el 6 de septiembre, dedica unas líneas al comandante en su obra "Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander" donde destaca su lealtad a la legalidad republicana así como sus dotes de mando:
"Conocí al comandante Gállego en Gijón, dirigiendo el ataque contra las fuerzas del coronel Pinilla que ocupaban el cuartel de Simancas. [...] Después nos vimos en la zona occidental, en Salas. [...] tenía gran preocupación por cómo había de conducirse la guerra. Me hablaba de aprovechar las "Ordenanzas" de Carlos III. Y a mí no me pareció mal. Recuerdo siempre que me impresionó cómo en ellas se describe la función del cabo en relación con los soldados de su escuadra. Es una función humana, política, muy inteligente, que aplicada a la situación concreta del momento podría dar resultados. Conversamos largamente sobre cómo organizar a los grupos y a las columnas, mientras no se llegara a la militarización regular. Y el comandante Gállego escribió una serie de instrucciones tácticas para el combate, sobre todo para uso de los jefes de grupo y columna: tratar por todos los medios de ocupar el objetivo señalado con la debida protección y apoyo; mantener el enlace con los grupos o columnas que se encuentren en los costados o en la retaguardia; impedir a toda costa que las retiradas no ordenadas se convirtieran en desbandadas -sin duda, a veces así ocurría-; condenar toda clase de rumores y mentiras acerca de la supuesta inferioridad del enemigo, de imaginarios peligros de "copo" y todo aquello que pueda ir en detrimento de la moral del combatiente republicano. Así y todo hubo alguien en la dirección de nuestro partido que desconfiaba del comandante Gállego. La mayoría estuvimos siempre en contra." [1]
En febrero de 1937, las fuerzas republicanas lanzan una ofensiva para cerrar el pasillo Grado-Oviedo y tomar la capital asturiana. Ascendido a teniente coronel, Gállego se incorpora a la ofensiva al mando de la brigada de Santander.[2] Al poco tiempo fue destinado a Santander, donde habría de convertir a las milicias en tropas regulares. En julio de 1937 sería nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de Euzkadi: "Desempeñó diversos mandos en Santander y en Vizcaya: jefe de la Columna núm. 1, luego 1ª División y coronel jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Ejército de Santander. Acabó al frente del XVI Cuerpo de Ejército -Asturias- cuando cayó la provincia santanderina." [3]
Captura y muerte
Tal y como relata Marcelino Laruelo Roa, ante el avance de las tropas rebeldes y el fin inevitable del Frente Norte, parece ser que Gállego tuvo oportunidad de abandonar Santander en los buques de guerra del puerto, pero no lo hizo. Al contrario, trató de retirarse a Asturias con sus hombres, cayendo prisionero de las Brigadas Navarras en Cabuérniga. Tras pasar por la Prisión Provincial de Santander, se le trasladó a la de Bilbao. Su cautiverio duró ocho meses. Condenado a muerte por dos consejos de guerra, fue fusilado el 28 de mayo de 1938, en el cementerio bilbaíno de Vistalegre. Como decía Juan Ambou:
"Durante su cautiverio conservó alta su moral, y lo que es más importante: mantuvo hasta los últimos momentos una lealtad intachable al régimen republicano y a la nación" También se refiere a él Julián Zugazagoitia1 , tal y como recogen Gutiérrez y Gudín:
"Apasionado por su oficio, le atribuía un sentido profundo que no era frecuente descubrir en los cuarteles españoles. Su concepción de la guerra chocaba con la de sus superiores y la de sus subalternos. Con orgullo español, se afirmaba en una lealtad profunda, que se sentía interpretada en los discursos de Azaña. Su personalidad estaba como desterrada por las carreras improvisadas, sin querella de su parte, que no gustaba de ser confundido con los que, de una a otra exigencia, hicieron mercancía del oficio y papel de renta de la lealtad. Quienes trabajaron a su lado, compartiendo los riesgos de los combates y las pausas de los intermedios, no olvidan su recuerdo ni sus lecciones de moral." [4]
El texto que un hijo de Gállego compartía en el año 2002 con La Nueva España, da buena fe de las afirmaciones de Ambou. Fue escrito por el propio José Gállego para su defensa ante el tribunal dirigido por Fidel Dávila.
Declaración ante el consejo de guerra de José Gállego Aragüés, publicada en la Nueva España, 1 de diciembre de 2002:
José Gállego Aragüés, teniente coronel de Infantería al servicio del Gobierno legítimo de España, ante el consejo de guerra dice: “En la lucha armada, y más cuando tiene el carácter de guerra civil, los adversarios usan entre los medios de agresión el del lenguaje. Nacen voces o frases, generalmente con el carácter de adjetivos, que cobran fácil y rápida circulación entre la multitud y los usa lanzándolos en intención al contrario cargados con un acento de maldición. Así, en los vuestros la palabra «rojos» evoca un cuadro tenebroso en el que van revueltas escenas de asesinatos, saqueos, violaciones e incendios. No está en ello mi sorpresa sino que nace y se detiene al ver estampada o impresa la palabra en los folios del sumario. Y me he preguntado: ¿entrará cargada con este lastre de maldad en el severo campo de la justicia? Es decir, cuando el señor juez, el señor fiscal usan la palabra rojo emplean una abreviatura que expresa el concepto «un comunista», «un sindicalista», «un socialista» que, en tanto no demuestre lo contrario, debe estimársele complicado en este grupo de crímenes.
Es el caso que yo no he pertenecido jamás a ninguna agrupación sindical ni política; no he sido partícipe de agrupación alguna encaminada a dicho fin, y mis relaciones con la política datan exactamente del 19 de julio de 1936. Claro es que en la medida de mis alcances he puesto freno a cualquier brutalidad estúpida de las que en la guerra se producen. Pero he estado al servicio de los titulados rojos, y la justicia para serlo habrá de tomarse en la porción de color ajena a esos significados y que tiene unos límites reducidos y muy concretos.
DE PERMISO EN GIJÓN
Como consta en el sumario llevaba yo dos o tres días en Gijón, disfrutando el permiso del verano cuando se produjeron los sucesos de julio; con motivo de ellos, quedé a las órdenes de la autoridad que estimaba legítima en aquellos momentos, el alcalde de la localidad, y por el cordón umbilical del deber ligado a una situación, la de adversario vuestro. No ignoro ahora, no ignoraba entonces, que con esa postura quedaba atado a más que a la faena de oposición a vuestros designios. Tenía la convicción de que con vuestro acto se entraba de lleno en una página inédita de la historia de España. Habíais abierto de par en par las puertas a un nuevo sistema económico-político-social para esas masas proletarias que teníais enfrente, y me prometí fidelidad para servir esa redención en la parte justa de sus afanes
LEALTAD, NO TRAICIÓN
Volviendo al lenguaje de guerra en sentido diametralmente opuesto al anterior, los beligerantes emplean para su empeño adjetivos que integran el mayor número posible de voluntades. Denomináis el vuestro la «causa nacional» y también ha entrado la frase en los dominios de la justicia. En el sumario se me interrogó para que manifestara cuáles ayudas había prestado a la misma; y al pedir aclaraciones al señor juez sobre el significado de la frase e implicar «servicios o auxilios al adversario encaminados a favorecer éxitos suyos» manifesté «ninguno». Ninguno, porque en estimativa para mi conducta, la lealtad es de rango muy superior a la traición e indagando de traiciones llegaba la pregunta.
ESPAÑA, ANTE TODO
Pero si la frase la abultamos hasta que tome su recto sentido e inquirimos con ella en cual medida tuvimos en el pensamiento España, la Nación, las preocupaciones que pusimos en su patrimonio, los afanes que nos merecieron las personas por fuera de sus ideologías, responderé muy distinto. Digo que España no se ha apartado un momento de mi juicio, y en los menesteres de cuidar bienes y personas he gastado todo la mía hasta verla arrinconada como sospechosa de traición; todo ello seguro de servir con mejor eficacia la propia causa y nunca con la intención de prestaros un servicio. Otra pregunta del sumario inquiere se concrete la calidad de los servicios rendidos; si de armas, oficinas, etcétera..., al parecer concediendo primas de ventaja a quien los haya prestado más precarios. Me permito hacer notar que por esta ruta es fácil confundir la incapacidad o pobreza personal con la ponderación auténtica de las responsabilidades que en el fondo decís perseguir. La calidad de traidor o la impotencia para hacer son previas y más profundas que las ideologías. Son cualidades encapsuladas en la idiosincrasia del individuo y con ellas aflorará en el oficio, en la amistad o en la política.
Hay que preguntar a cada uno: la faena que te tocó ¿cómo la realizaste? De mí sé deciros, cuando a lo precario le aguarda un criterio más generoso, que he pasado mucho dolor en soledad, porque al verme tal cual soy, había de confesarme «me faltan luces, me faltan fuerzas para enfilar a puerto seguro y llevar la carga que las circunstancias han puesto sobre mis hombros». Ojala en ambos beligerantes hubiera unas docenas de hombres más que capaces de promover y encauzar las generosidades que el alma nacional puede manar, enjaulando a la vez cuanto manifiesta de brutal y sanguinaria
¿COMUNISTA O FASCISTA?
Os he detenido acaso demasiado en estas reflexiones, para mí muy entrañables, pues por este entender he sido zarandeado por el destino de los demás, con exceso a cuanto imaginéis. Fiel a esta conducta, para muchos de los que militan en vuestro campo yo tengo rasgos comunistoides y para algunos del propio soy un fascista disfrazado con gorro frigio. Todo depende del signo de los sucesos que haya en la escena.
Por suerte o por desgracia, como profesional he opinado y actuado en mando de tropas en casi todos los sucesos que se han producido en estos últimos años: caso de Galán, instauración de la República, sucesos de agosto, octubre y los actuales. Los revolucionarios de cada hora me entendían como parcial en su contra. Los eventualmente afines, «sospechoso», pues carecía de aptitudes para seguirlos en el camino que estimaba de pasiones y resentimientos. Expresión del significado de esta conducta a través de los años es no haber logrado aún lo que tantísimos otros; algunos de los que os acompañan desde el comienzo de los sucesos, más de los que os han prestado aquellos servicios o auxilios a que hace referencia la requisitoria del sumario; ver reconocida en el diario oficial la lealtad de mis servicios a la República. Y conste que se los he prestado con toda generosidad y devoción, sin ninguna clase de reservas. No quiero que podáis imaginar en la expresión anterior un propósito de envolver mi conducta en nebulosidades, atisbando atenuantes en estos momentos. He sido íntegramente leal a su significado.
¿REBELIÓN?
Renuncio a entrar en si el señor juez y el señor fiscal han estado acertados al imputarme el delito de rebelión. No podemos imaginar al hombre disputando sobre sus derechos de ciudadanía solitario en el desierto; los ventila en relaciones de comunidad con sus semejantes.
El campo donde se ventila la categoría de Estado es el internacional, y en él, el 19 de julio de 1936 el español no tenía sino una representación: la de los poderes de la República a los que he tributado toda fidelidad. Rebelión ¿contra cuál compromiso adquirido voluntariamente o por imperio de la ley? Rebelión ¿cuál enlace imprescindible podéis hablar en mi conducta que una el 18 de julio y el 19? ¿De cuál brizna de conspiración para llegar a ese acto podéis acusarme? Es un delito que creáis por la fuerza y sobre toda razón. Termino. En la extensión del áspero y lurdo cañamazo que forma la existencia cotidiana del hombre corriente (la mía es de ese estilo) se entrecruzan hebras de oro, símbolo o expresión de esperanzas ardientes, y alegrías más o menos maduras de carácter particular y personal. Sobre él, figuras más delicadas, más valiosas, hay las que bordó el deber profesional en horas macizas vividas a pleno pulmón, imantadas todas las energías hacia fines ajenos a uno mismo, la Patria, el Ejército, la sociedad, y salidas de ese cáliz que en las entrañas de cada ser guarda lo mejor de los sentimientos y lo más elevado de las ideas.
LA LEY DE BRENO
En los momentos actuales, en este instante tajante que amenaza cortar el hilo de mi existencia, en lo íntimo no falta ese juicio insobornable que me dice «cualesquiera que sean los sucesos adversarios o favorables que te tomen, recíbelos en la seguridad de que tus actos y tus palabras a lo largo de esta terrible tragedia española no desmerecen de los más acendrados que en horas pretéritas pusiste al servicio de tu Patria. Y es este sentimiento, señores del consejo, el que me autoriza para rogaros, aunque en este caso particular hagáis excepción, que os apartéis para juzgar de esa bronca ley de Breno, por la que el vencedor no tiene por qué reconocer una brizna de derecho en el vencido, y más altos, pensando en la España de mañana, que o no será o los vencedores habrán de llamar a comunión a los vencidos; y en la de hoy, exangüe en sí misma, peón que adelantan diferentes naciones de Europa en la partida internacional y a favor de sus propios intereses y circulando en el mundo como el símbolo de los instintos brutales del hombre en rienda suelta, hagáis de la justicia hacienda aparte cuyas bordas no puedan alcanzar esos mastines de auténtica sangre española: el resentimiento, la venganza y la envidia.
VERDUGOS O VÍCTIMAS
Esta vida, tan en el aire, diérala gustoso sin reserva alguna, por aventar del cielo español esa a manera de sentencia bíblica que parece pesar sobre el signo de sus hombres; condenados a vivir a lo largo de la historia como cainitas y abelianos: hoy de verdugos, mañana de víctimas.
Obligado a comparecer ante este tribunal de un delito y unas agravantes culpable, mi ser íntegro responde: «En la conciencia no cruza la más leve sombra de esa responsabilidad; yo no soy ése». Me siento como un combatiente que, rezumando devoción a España, ha sido vencido y, por azares de la lucha, es prisionero de guerra en vuestras manos. De entrambos hombres tomad el auténtico y, desde el fondo moral insobornable vuestro, dictad sentencia.
Santander, 17 de noviembre de 1937.
EPÍLOGO.- Al comandante José Gállego Aragües lo fusilaron a las seis de la mañana del día 28 de mayo de 1938 en las tapias del cementerio de Vistalegre, en Bilbao. El gobierno republicano le había ascendido a coronel y le había dado el mando de una división, pero él seguía sintiéndose comandante por antigüedad y porque, como había dicho: “en la lucha entre españoles no cabe hablar de victorias”...
NOTAS.- El comandante Gállego redactó un escrito de nueve folios dirigido al general jefe del Ejército del Norte, que lo era Fidel Dávila...
Es posible que se hiciera alguna gestión encaminada al canje. Téngase en cuenta que el comandante Gállego contaba con el aprecio de varios dirigentes asturianos de la CNT...
Su primer destino al mando de esas fuerzas fue en la aldea de Sidi Asmar el Gaitón, desempeñando a lo largo de ese año igual cargo en Yumaa el Tolba y Muley Buselhan...
Al iniciarse el año de 1935, el capitán Gállego estaba desempeñando de nuevo el mando accidental del batallón por ausencia de su comandante. A finales de Abril, marchó para La Marañosa a realizar un curso de guerra química...
Participó en las negociaciones entabladas con los guardias civiles del cuartel de Los Campos para que...
[1] AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011, p.15.
[2] Ídem, p.61.
[3] GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, p.57.
[4] Ídem, p.58.
Fuentes:
MUERTES PARALELAS
El destino trágico de los prohombres de la República.
http://historiadesterrada.blogspot.com.es/2014/04/jose-gallego-aragues-comandante-gallego.html
AMBOU, J.: Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La guerra en Asturias, País Vasco y Santander. Silente, 2011.
GUTIÉRREZ, Jesús y GUDÍN, Enrique: "Cuatro derroteros militares de la Guerra Civil en Cantabria", en Monte Buciero, nº11, 2005, pp. 18-298.
LARUELO ROA, M.: Muertes paralelas. El destino trágico de los prohombres de la República. Gijón, 2004.
http://www.lne.es/asturias/2011/08/28/el-fracaso-de-la-sublevacion-en-gijon/1121637.html
Vicente A. Menéndez González es Brg. Ing. ET, Retirado y miembro del Colectivo Anemoi
Los grandes desconocidos de la sociedad española
Los militares de carrera que fueron fieles a la República y que por ella combatieron en la Guerra Civil española (II)
Si en el primer artículo de esta serie lo comenzamos con el Ejercito de Tierra republicano, glosando la figura del Comandante Gállego, en esta ocasión toca hablar de la Armada republicana. Para ello he elegido no sólo a un líder carismático, sino a un militar que tuvo el valor y el empeño de reorganizarlas para hacer frente a la masiva deserción de oficiales. La mayoría de estos se pasaron al bando franquista sublevado, dejando sin cuadros de mando a muchos de los buques de la flota. Al final de la contienda fue el que organizó la evacuación de la ciudad Cartagena, y en 1939, durante la II Guerra Mundial, llegó a alcanzar el grado de comandante en la Legión Extrajera francesa. Se integró con el grado de capitán en el ejercito de la Francia Libre del General De Gaulle para finalmente, después de esta contienda, en 1947, colaborar en el traslado de judíos de toda Europa, a través del Mediterráneo, a la entonces Palestina Británica.
ALMIRANTE MIGUEL BUIZA FERNÁNDEZ – PALACIOS
D. Miguel Buiza Fernández de Palacio nace la ciudad de Sevilla, el 25 de enero de 1898 (año de la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Islas Filipinas...). Con 17 años (en plena I Guerra Mundial) ingresa en la Escuela Naval Militar, que por entonces tenía su base en la ciudad de Cádiz. En 1932, es nombrado capitán de corbeta.
Cuando el 18 de julio de 1936 comenzó la Guerra Civil, era capitán de fragata y comandante del remolcador “Cícople” . Luego capitaneó el crucero “Libertad” y dirigió el frustrado desembarco en la isla de Mallorca. El 2 de septiembre de dicho año fue nombrado Almirante Jefe de la flota republicana. Cuando Indalecio Prieto se hace cargo de la cartera de Marina y Aire en septiembre de 1936, el almirante Buiza es confirmado en su puesto, que mantiene hasta octubre de 1937 siendo sustituido por el almirante González Ubieta.
Apartado de la primera línea, pasa por diferentes cargos, para pasar a ocupar el puesto de Jefe del Estado Mayor de la Marina. En febrero de 1939 es llamado nuevamente a ocupar el mando de la flota.
LOS SUCESOS DE CARTAGENA AL FINAL DE LA GUERRA CIVIL
El 11 de febrero, en la ciudad de Valencia, Buiza se reúne con Negrín al que, según Zugazagoitia, comunica que toda resistencia es inútil. “La desmoralización es alta”, le dijo, y Negrin le preguntó si se trataba de una opinión personal del marino, a lo que el marino respondió “ De la Escuadra en pleno”. Quince días después, Buiza fue uno de los mandos y dirigentes que se reunieron el aeródromo de los Llanos (Albacete) el 27 de febrero, junto a Negrín, Miaja, Matallana, Camacho y Casado, entre otros.
La mañana del 5 de marzo de 1939, el almirante Buiza, se encuentra a bordo del buque Cervantes, en la bahía de Cartagena, junto al grueso de la flota republicana. El cuartel de Artillería Naval y el Arsenal de la ciudad estaban en manos del general franquista Barrionuevo, después de dos días de desencuentros con el Presidente de la República Negrín y con el coronel Casado. Buiza da indicaciones al general Barrionuevo y al teniente coronel Espá (que luego le traicionaría), que procede dar la orden de salida de la flota Republicana, anclada en la Bahía de Cartagena, pidiendo a la artillería costera que no se hiciera fuego contra ellos. A las 12:08 h. la flota compuesta por los cruceros Cervantes, Libertad y Méndez Núñez y los destructores Lepanto, Gravina, Antequera, Jorge Juan, Miranda, Escaño y Ulloa abandona a Negrín y a la República rumbo a Argel.
A las 00:17 horas del día 6 capta la noticia de que el comunista Francisco Galán y la Brigada Mixta 206 han recuperado el puerto de Cartagena, para el Gobierno de la República. Poco después el mando del Antequera, le anuncia el éxito del golpe del coronel Casado en Madrid y la Formación de la Junta de Defensa Anticomunista, sugiriéndole una “cálida asistencia” a dicha junta. El almirante ya no varía el rumbo hacia las costas de Argelia.
En Cartagena, el 4 de marzo, como explica Tusell, “la confusión se tornó indescriptible”. Hubo un momento en que las baterías de la base naval junto a la costa eran franquistas, la flota republicana y el mando de la base de tierra la había tomado Galán, de ideología comunista. Para acabar de complicar la situación, Franco decide un desembarco en la base naval y envía inmediatamente tropas desde Castellón de la Plana, en buques que carecen de protección, con la confianza de que las baterías de costa eran amigas. Uno de estos buques, el Castillo de Olite, fue hundido ante la costa y de esta manera, una sublevación que se había liquidado con escaso derramamiento de sangre, acabó trayendo los centenares de muertos mas absurdos de toda la guerra. No se puede exculpar de ello a Franco, apunta Tusell.
En la mañana del 6 de marzo, la flota republicana esperaba entrar en Argel, pero Buiza recibe órdenes de las autoridades francesas de seguir hasta el puerto de Bizerta, en Túnez. Al día siguiente llega a este puerto el submarino C-4, mandado por Eugenio Calderón. El día 26, Salvador Moreno, futuro ministro de Marina franquista en agosto de ese año, sale en el Ciscar para recuperar los buques, que fueron entregados el día 30, coincidiendo con la salida del coronel Casado y su grupo de Denia (Alicante) en el Galatea.
Como explicar esta actuación del almirante Buiza, pue mas bien la conclusión es la siguiente: hacía semanas que Buiza avisaba a Negrín del creciente desánimo de la flota. Para la toma de esta decisión hay que ver en el contexto en que se desarrolló, la Ciudad de Cartagena, con el enemigo a las puertas, la República divida entre los seguidores de Negrín que querían resistir hasta el comienzo de lo que sería la II GM y los casadistas que querían poner fin a aquella carnicería. Por otra parte Cartagena estaba infiltrada por la quinta columna fascista, haciendo correr rumores de todo tipo, ya nadie sabía de quien fiarse. Finalmente hay que reconocer que no sólo salvó a los restos de la armada Republicana, si no que organizó el embarque del mayor número posible de refugiados civiles, hacia los puertos del Norte de Argelia, lo que salvó a millares de republicanos de una muerte segura.
Entre 1939 y 1941, según salas Larrazábal, 192 mandos de la Armada fueron juzgados, diez de ellos ejecutados.
NACE LA LEYENDA
Buiza no regresa con sus compañeros, siendo internado en el campo de concentración de Meknassy. En mayo de 1939 pide el ingreso en la Legión Extranjera Francesa, y excepcionalmente se le concede de entrada el grado de capitán. Al comenzar la II Guerra Mundial tenía el grado de comandante y en 1940 combate contra los alemanes. Sin embargo al poco tiempo dimite y se establece en Orán como tenedor de libros.
Tras el desembarco aliado en el Norte de África, en noviembre de 1942, se vuelve alistar en el Corps France, y manda una compañía en la campaña de Túnez, recibiendo la cruz de guerra con palmas en junio de 1943. poco después cayó gravemente enfermo y causó baja en el ejército.
SU COLABORACIÓN CON LAS ORGANIZACIONES JUDIAS
Tras la victoria aliada, se ofrece en 1947 a las organizaciones judías de la resistencia para transportar personas procedentes de de toda Europa y del norte de África, muchas de ellas huidas o supervivientes del genocidio nazi, a Palestina
Con pasaporte falso de judío apátrida y bajo el nombre de “Moisés Blue”, comanda el mercante “Paducah”. Es capturado por los británicos e internado en un campo de concentración en Haifa. Liberado en febrero de 1948, una vez es reconocido el Estado de Israel por las Naciones Unidas, vuelve a Orán para trabajar de nuevo como contable.
EL EXILIO EN FRANCIA
Fallece de cáncer de pulmón en un sanatorio de Hyères, cerca de Marsella, el 23 de junio de 1963, sin haber podido regresar nunca a su ciudad natal de Sevilla ni a España.
Bibliografía:
Biblioteca El Mundo: LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA MES A MES. MIGUEL BUIZA. Por José F. Leal.
Sevillanos Ilustres de los Siglos XIX y XX
Wikipedia.org
Alonso, Bruno. La flota republicana y la Guerra Civil de España (memorias de su comisario general). Sevilla, Espuela de Plata, 2006. ISBN: 84-96133-75-3.
Beevor, Antony (2005).La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. ISBN9788484326656
Fernández Díaz, Victoria (2011). El exilio de los marinos republicanos. Valencia: Universitat de València. ISBN 978-84-370-8324-7.
Preston, Paul(2014). El final de la guerra. La última puñalada a la República. Trad.: Efrén del Valle, Francisco Ramos. Barcelona: Random House/Círculo de Lectores. ISBN 978-84-672-6266-7.
Thomas, Hugh; Historia de la Guerra Civil Española. Círculo de Lectores, Barcelona, 1976. ISBN 84-226-0874-X.
Un Libro para leer: Morir bajo dos Banderas, autor: Alejandro M. Gallo, Editorial: Rey Lear. Donde el autor describe de forma novelada, la vida que llevaron en el exilio los republicanos españoles y sus familias, desde los campos de internamiento, su alistamiento en la Legión extranjera francesa, o los batallones de trabajadores, pasando por las guerras de Indochina y Argelia para terminar en la Guerra de Vietnam.
Vicente A. Menéndez González es brigada de Ingenieros del Ejército, retirado y miembro del Colectivo Anemoi
ALMIRANTE MIGUEL BUIZA FERNÁNDEZ – PALACIOS
D. Miguel Buiza Fernández de Palacio nace la ciudad de Sevilla, el 25 de enero de 1898 (año de la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Islas Filipinas...). Con 17 años (en plena I Guerra Mundial) ingresa en la Escuela Naval Militar, que por entonces tenía su base en la ciudad de Cádiz. En 1932, es nombrado capitán de corbeta.
Cuando el 18 de julio de 1936 comenzó la Guerra Civil, era capitán de fragata y comandante del remolcador “Cícople” . Luego capitaneó el crucero “Libertad” y dirigió el frustrado desembarco en la isla de Mallorca. El 2 de septiembre de dicho año fue nombrado Almirante Jefe de la flota republicana. Cuando Indalecio Prieto se hace cargo de la cartera de Marina y Aire en septiembre de 1936, el almirante Buiza es confirmado en su puesto, que mantiene hasta octubre de 1937 siendo sustituido por el almirante González Ubieta.
Apartado de la primera línea, pasa por diferentes cargos, para pasar a ocupar el puesto de Jefe del Estado Mayor de la Marina. En febrero de 1939 es llamado nuevamente a ocupar el mando de la flota.
LOS SUCESOS DE CARTAGENA AL FINAL DE LA GUERRA CIVIL
El 11 de febrero, en la ciudad de Valencia, Buiza se reúne con Negrín al que, según Zugazagoitia, comunica que toda resistencia es inútil. “La desmoralización es alta”, le dijo, y Negrin le preguntó si se trataba de una opinión personal del marino, a lo que el marino respondió “ De la Escuadra en pleno”. Quince días después, Buiza fue uno de los mandos y dirigentes que se reunieron el aeródromo de los Llanos (Albacete) el 27 de febrero, junto a Negrín, Miaja, Matallana, Camacho y Casado, entre otros.
La mañana del 5 de marzo de 1939, el almirante Buiza, se encuentra a bordo del buque Cervantes, en la bahía de Cartagena, junto al grueso de la flota republicana. El cuartel de Artillería Naval y el Arsenal de la ciudad estaban en manos del general franquista Barrionuevo, después de dos días de desencuentros con el Presidente de la República Negrín y con el coronel Casado. Buiza da indicaciones al general Barrionuevo y al teniente coronel Espá (que luego le traicionaría), que procede dar la orden de salida de la flota Republicana, anclada en la Bahía de Cartagena, pidiendo a la artillería costera que no se hiciera fuego contra ellos. A las 12:08 h. la flota compuesta por los cruceros Cervantes, Libertad y Méndez Núñez y los destructores Lepanto, Gravina, Antequera, Jorge Juan, Miranda, Escaño y Ulloa abandona a Negrín y a la República rumbo a Argel.
A las 00:17 horas del día 6 capta la noticia de que el comunista Francisco Galán y la Brigada Mixta 206 han recuperado el puerto de Cartagena, para el Gobierno de la República. Poco después el mando del Antequera, le anuncia el éxito del golpe del coronel Casado en Madrid y la Formación de la Junta de Defensa Anticomunista, sugiriéndole una “cálida asistencia” a dicha junta. El almirante ya no varía el rumbo hacia las costas de Argelia.
En Cartagena, el 4 de marzo, como explica Tusell, “la confusión se tornó indescriptible”. Hubo un momento en que las baterías de la base naval junto a la costa eran franquistas, la flota republicana y el mando de la base de tierra la había tomado Galán, de ideología comunista. Para acabar de complicar la situación, Franco decide un desembarco en la base naval y envía inmediatamente tropas desde Castellón de la Plana, en buques que carecen de protección, con la confianza de que las baterías de costa eran amigas. Uno de estos buques, el Castillo de Olite, fue hundido ante la costa y de esta manera, una sublevación que se había liquidado con escaso derramamiento de sangre, acabó trayendo los centenares de muertos mas absurdos de toda la guerra. No se puede exculpar de ello a Franco, apunta Tusell.
En la mañana del 6 de marzo, la flota republicana esperaba entrar en Argel, pero Buiza recibe órdenes de las autoridades francesas de seguir hasta el puerto de Bizerta, en Túnez. Al día siguiente llega a este puerto el submarino C-4, mandado por Eugenio Calderón. El día 26, Salvador Moreno, futuro ministro de Marina franquista en agosto de ese año, sale en el Ciscar para recuperar los buques, que fueron entregados el día 30, coincidiendo con la salida del coronel Casado y su grupo de Denia (Alicante) en el Galatea.
Como explicar esta actuación del almirante Buiza, pue mas bien la conclusión es la siguiente: hacía semanas que Buiza avisaba a Negrín del creciente desánimo de la flota. Para la toma de esta decisión hay que ver en el contexto en que se desarrolló, la Ciudad de Cartagena, con el enemigo a las puertas, la República divida entre los seguidores de Negrín que querían resistir hasta el comienzo de lo que sería la II GM y los casadistas que querían poner fin a aquella carnicería. Por otra parte Cartagena estaba infiltrada por la quinta columna fascista, haciendo correr rumores de todo tipo, ya nadie sabía de quien fiarse. Finalmente hay que reconocer que no sólo salvó a los restos de la armada Republicana, si no que organizó el embarque del mayor número posible de refugiados civiles, hacia los puertos del Norte de Argelia, lo que salvó a millares de republicanos de una muerte segura.
Entre 1939 y 1941, según salas Larrazábal, 192 mandos de la Armada fueron juzgados, diez de ellos ejecutados.
NACE LA LEYENDA
Buiza no regresa con sus compañeros, siendo internado en el campo de concentración de Meknassy. En mayo de 1939 pide el ingreso en la Legión Extranjera Francesa, y excepcionalmente se le concede de entrada el grado de capitán. Al comenzar la II Guerra Mundial tenía el grado de comandante y en 1940 combate contra los alemanes. Sin embargo al poco tiempo dimite y se establece en Orán como tenedor de libros.
Tras el desembarco aliado en el Norte de África, en noviembre de 1942, se vuelve alistar en el Corps France, y manda una compañía en la campaña de Túnez, recibiendo la cruz de guerra con palmas en junio de 1943. poco después cayó gravemente enfermo y causó baja en el ejército.
SU COLABORACIÓN CON LAS ORGANIZACIONES JUDIAS
Tras la victoria aliada, se ofrece en 1947 a las organizaciones judías de la resistencia para transportar personas procedentes de de toda Europa y del norte de África, muchas de ellas huidas o supervivientes del genocidio nazi, a Palestina
Con pasaporte falso de judío apátrida y bajo el nombre de “Moisés Blue”, comanda el mercante “Paducah”. Es capturado por los británicos e internado en un campo de concentración en Haifa. Liberado en febrero de 1948, una vez es reconocido el Estado de Israel por las Naciones Unidas, vuelve a Orán para trabajar de nuevo como contable.
EL EXILIO EN FRANCIA
Fallece de cáncer de pulmón en un sanatorio de Hyères, cerca de Marsella, el 23 de junio de 1963, sin haber podido regresar nunca a su ciudad natal de Sevilla ni a España.
Bibliografía:
Biblioteca El Mundo: LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA MES A MES. MIGUEL BUIZA. Por José F. Leal.
Sevillanos Ilustres de los Siglos XIX y XX
Wikipedia.org
Alonso, Bruno. La flota republicana y la Guerra Civil de España (memorias de su comisario general). Sevilla, Espuela de Plata, 2006. ISBN: 84-96133-75-3.
Beevor, Antony (2005).La Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica. ISBN9788484326656
Fernández Díaz, Victoria (2011). El exilio de los marinos republicanos. Valencia: Universitat de València. ISBN 978-84-370-8324-7.
Preston, Paul(2014). El final de la guerra. La última puñalada a la República. Trad.: Efrén del Valle, Francisco Ramos. Barcelona: Random House/Círculo de Lectores. ISBN 978-84-672-6266-7.
Thomas, Hugh; Historia de la Guerra Civil Española. Círculo de Lectores, Barcelona, 1976. ISBN 84-226-0874-X.
Un Libro para leer: Morir bajo dos Banderas, autor: Alejandro M. Gallo, Editorial: Rey Lear. Donde el autor describe de forma novelada, la vida que llevaron en el exilio los republicanos españoles y sus familias, desde los campos de internamiento, su alistamiento en la Legión extranjera francesa, o los batallones de trabajadores, pasando por las guerras de Indochina y Argelia para terminar en la Guerra de Vietnam.
Vicente A. Menéndez González es brigada de Ingenieros del Ejército, retirado y miembro del Colectivo Anemoi
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