dimecres, 31 d’octubre del 2012

A mi hijo Eduardo que cumple sus veinte en la cárcel de Carabanchel. Angelina Gatell.

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1

Hoy se cumplen viente años y aún me dura
el calor de su cuerpo en las entrañas.
Nadie me dijo entonces qué alimañas
me rondaban golosas la cintura.

Nadie nombró los yunques del espanto
donde su corazón se forjaría,
ni qué herrero del terror podría
templar sus herramientas con mi llanto.

Nadie nombró tampoco la impotencia
que ataría mi sangre desolada
al pie del alto muro carcelero.

Ni qué cegado grito de inocencia
sería la bandera más airada
en las manos del hijo prisionero.


2

Taller fui de sus ojos, de sus huesos.
Forjé, construí, pulí su arquitectura.
Puse en su frente un signo de bravura
y el resplandor altivo de mis besos.

Alcé en el viento un puño, una sonrisa,
un pabellón de sangre sufridora,
un martillo de amor, una sonora
claridad enredada con la brisa.

Puse a un hombre de pie con sus oficios,
artesano de sueños y fulgores,
constructor de secretos edificios...

Y apagué una a una mis bujías
por sostener la sombra y sus dolores
con mis manos gastadas y vacías.