dissabte, 3 de novembre del 2012

“Franco seguía el castigo a los curas vascos cuando salían de prisión en España y en los confines del mundo”

http://www.elplural.com/2012/11/02/franco-seguia-personalmente-el-castigo-a-los-curas-vascos-cuando-salian-de-prision-en-espana-y-en-los-confines-del-mundo/


El historiador Anxo Ferreiro relata a ELPLURAL.COM la dura experiencia de los religiosos fieles a la República durante la guerra civil

Anxo Ferreiro Currás es uno de los principales investigadores y conocedores de la historia de los curas vascos y del sector de la iglesia que no apoyó a Franco durante la guerra civil. Ha relatado a ELPLURAL.COM que “estos curas vivieron una persecución dura y que Franco seguía personalmente su castigo cuando salían de la cárcel en España, y en los confines del mundo”.
Pregunta: La iglesia vasca fue la que más resistencia ofreció ante la sublevación de Franco.
Respuesta: No es que fuese “la que más” sino la única que se enfrentó contra los sublevados, como tal Iglesia Vasca, El Obispo Monseñor Mateo Mujica, ya desde el exilio, nombró un Vicario Delegado a D. Ramón Galbarriatu, que era la autoridad que actuaba en nombre del obispo en esa zona, como responsables de los nombramientos del Cuerpo de Capellanes de Gudaris, de la organización de la atención a los hospitales, etc. No en cuanto belicosos cogiendo las armas, sino, sirviendo y obedeciendo a las autoridades legítimamente constituidas, que en ese lugar eran las de la República (PNV y Frente Popular). El delito de que se les juzgó a los curas por esto fue por rebelión y auxilio a la rebelión por su colaboración en el “contubernio rojo separatista”. Es decir los rebeldes juzgaron de rebeldía a los obedientes a la autoridad legítima.
P: ¿Y fuera del País Vasco?
R: Después hubo grupos de sacerdotes y religiosos que colaboraron con la República, los más significativos fueron los de Madrid y Barcelona y otros varios en distintos puntos de España. La colaboración fue siempre como asesores a la autoridad legítima en los asuntos eclesiásticos, en diálogo abierto para poder servir a todos los creyentes de buena fe y poder contrarrestar las falsas e hipócritas condenas de las autoridades eclesiásticas que apoyaban y santificaron la Cruzada del lado de los rebeldes facciosos.
P: ¿Cómo vivieron las monjas esta guerra?
R: Hablando de los rebeldes que nos trajeron la guerra, se expresaba una monja en Madrid contra la aviación franquista que bombardeaba a la población de Madrid, (quizás sea uno de los hechos calificados como “crímenes de guerra” más claros de su no prescripción, que sería causa para juzgar en un tribunal internacional). Yo me he horrorizado viendo cómo la aviación rebelde convertía en ruinas las iglesias y mataba a los niños. ¡En nombre de Dios nos puede matar! ¡No es cristiano quien piense lo contrario! ¡Dios mío, qué horror de guerra!. Esto confiesa una religiosa anciana que llevaba 56 años de clausura y que fue protegida para que la chusma en aquellos primeros momentos de furia antirreligiosa.
P: ¿Cual fue la reacción de los seguidores del régimen ante estos religiosos que apoyaban al Gobierno legítimo?
R: Ellos que eran los defensores de la religión, los salvadores de la patria de la Santa Cruzada, contra los rojos criminales, los sin Dios, no concebían que enfrente tuviesen enemigos con capellanes, donde las iglesias estaban abiertas y donde se respetaba la religión.
P:La cárcel de Carmona fue durante la guerra el lugar de reclusión de sacerdotes más conocido. ¿En qué condiciones vivían en esta prisión en la que murió el socialista Julián Besteiro?
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R: He encontrado una carta de un sacerdote vasco, capellán de gudaris, Julio Ugarte, preso en Carmona, cuyas crónicas, en aquellos años de terror franquista, son dignas de leer para conocer verdad. Escribió una carta a su amigo Manuel de Irujo, ministro de Justicia con la República durante la guerra, donde describe las condiciones de esta cárcel que la República mandó cerrar por insalubre. “Todavía hay quien parece tener especial interés que somos presos de “cuota”; que vivimos en excelente edificio con cuartos individuales, bibliotecas, duchas, enfermerías, etc… una delicia. Los que vienen a visitarnos, después de haber atravesado por entre una compañía de infantería que nos custodia, llega a una pasillo que comunica con el patio donde hacemos la vida por una “abertura”. Desde uno de los extremos de la abertura, separados por dos rejas formidables, a un metro de distancia una de la otra, el visitante que está en una semioscuridad puede, mientras realiza la visita, darse cuenta, merced a la luz del patio, de una faceta importante de esta prisión. Desde allí contempla extrañado a sacerdotes y religiosos de todas las edades y categorías guisando, fregando, cosiendo, barriendo, etc. Si ese visitante sabe además, porque se lo decimos nosotros, que esos mismos sacerdotes que él ve duermen hacinados en el suelo en un sótano del siglo XVI, sin luz, cerrados, mientras duermen… Eso tocante al edificio… tenemos que hacer nosotros los trabajos de cocina… y comer en grupos de cinco o seis, (llegaron a ser más de sesenta) con un hornillo cada grupo, en el patio. Pero lo que más nos “revienta” en la rutina diaria, son las formaciones (tres al día) brazo en alto, con objeto de cantar los himnos de Falange, requetés y marcha real y proceder al recuento…”
P:¿Qué actitud tenía la jerarquía eclesiástica desde el principio de la guerra y ante la represión y ejecución en su caso de estos sacerdotes?
R: A estos curas, a parte de ser comprometidos con su pueblo en la lucha por la democracia, por la justicia, contra el fascismo, -eran de espíritu apostólico extraordinario y una unción sacerdotal mística, en algunos casos, sublime, y dignos en todos los casos-; las autoridades eclesiásticas les trataban con asco en ocasiones, con calumnias y desprecios, con lástima por sus desvaríos, ¡bien merecido lo tenían! Monseñor Manuel González, obispo de Palencia y Laucirica el obispo de los vascos, sustituto de Monseñor. Mateo, les trataba con hipocresía. Recibieron cartas de consuelo de parte de su obispo exilado. Pero gracias al cardenal Segura (fue el único) tuvieron algún alivio en la prisión de Carmona. Ya se sabe que este cardenal fue antifranquista, y antifascista. Fue destituido por Franco, a través de las autoridades vaticanas como arzobispo de Sevilla.
P:¿Hubo algún obispo represaliado?
R: Aparte de Monseñor Mateo exiliado (expulsado) a la fuerza, Vidal y Barraquer (no pudo volver a Tarragona), Segura destituido de arzobispo de Sevilla… hubo uno, Monseñor. Fidel García, obispo de Calahorra, del que Franco hizo un pelele calumniado, toda una trama bochornosa de Franco contra él, como un vicioso de los prostíbulos de Barcelona y París hizo un doble de él y así le destruyó. ¿Por qué? Porque condenó en la prensa extranjera los bombardeos de ciudades abiertas: País Vasco, Barcelona, Madrid; publicó en su diócesis la encíclica de Pío XI condenando el nazismoMit Brennender Sorge, de marzo de 1937, que no se publicó en ningún obispado de España. Fraga intervino para ser un intermediario de reconciliación entre Franco y el Obispo, pero este exigía la publicación y ahí quedó todo en la sinvergüencería de Franco”.
P: ¿Cómo fue después la vida de estos curas?
R: Fue una persecución dura, y -dicen- Franco les seguía personalmente en su castigo. Se sabe que al salir “libres” de la cárcel no podían volver al País Vasco, seguían controlados, por la policía, (Julio Ugarte fue víctima en un segundo Consejo), por las autoridades eclesiásticas con la amenaza de la suspensión, en España y hasta los confines del mundo.

Sacerdotes presos en la cárcel de Carmona junto al socialista Besteiro (en el centro con chaqueta blanca) también encarcelado