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En la pasada madrugada del 23 de mayo fallecía por parada cardiaco-respiratoria en su domicilio de Rosny-sous-Bois, Francia, Eduardo Escot Bocanegra. Tenía 95 años de edad y era uno de los últimos republicanos andaluces y españoles que fueron deportados al campo de Mauthausen. Su muerte supone una enorme pérdida porque nos avisa de la definitiva extinción de los testigos presenciales del horror concentracionario nazi. Y siempre quedará la pregunta sobre si la sociedad y las instituciones estatales han reconocido lo suficiente a estas víctimas.
Eduardo Escot nació en 1919 en Olvera, en la sierra de Cádiz, en el seno de una familia jornalera “muy pobre y analfabeta”. Sin embargo, esta circunstancia, por otra parte muy extendida entre la población campesina olvereña, excluida de los servicios culturales más básicos, no impide que desde niño, Eduardo, muestre una gran sensibilidad por el estudio:
“Yo empezaba a aprender el oficio de zapatero, pero siempre con una afición terrible por estudiar mucho. Daba clases con un institutor muy interesante que se llamaba Don José Sepúlveda, este hombre daba clases de noche y este hombre fue fusilado el mismo día que entraban las tropas de Franco en Olvera, el mismo día fue fusilado cerca de su casa. Y el otro institutor que tuve, también fue fusilado. Así que de los dos maestros que yo he tenido en la escuela los dos han sido fusilados”
El otro maestro a quien se refiere es Antonio Juarino, y como el anterior, ambos de Izquierda Republicana. Este hecho no fue una particularidad local, pues conforme se iba extendiendo la sublevación militar, los maestros fueron uno de los principales colectivos destinatarios de la represión. El derecho a la cultura, a la formación humana e intelectual, había sido una de las reivindicaciones máximas de las organizaciones progresistas y revolucionarias que con tanta fuerza habían penetrado en las comarcas gaditanas desde finales del siglo XIX. La transformación social deseada empezaba por uno mismo. En este sentido, la instrucción era la herramienta más eficaz para combatir la miseria que atrapaba a buena parte de la población andaluza. Eduardo Escot responde a ese perfil de personas autodidactas y comprometidas socialmente desde muy jóvenes que tan hermosamente detalla Juan Díaz del Moral, entre otros, en su impagable obra Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Personas con un enorme sentido de la dignidad humana, que surgieron en muchos pueblos andaluces bajo las influencias del ideario libertario.
“Yo leí ya en mi pueblo a Víctor Hugo con 15, 16 años… Y con esa edad, por las noches en la casa, en el comedor de la casa de mis padres, yo leía los periódicos y había por lo menos 15 personas para escuchar.”
UN MITIN DE ÁNGEL PESTAÑA
Eduardo adquiere muy pronto conciencia social. Le parecía intolerable el sufrimiento y las penurias de su entorno familiar y no las asumía como consustanciales a la condición humana: “Olvera era un pueblo lleno de miseria donde solo podías comer de prestado. Yo me rebelé contra la miseria degradante que había en el pueblo. El ideal vino después. A mi me echaron del taller de zapatería donde aprendía a trabajar por revolucionario”. Bajo estas circunstancias, ingresa en la CNT en la primavera de 1936. En aquellos meses tuvo la oportunidad de conocer a un destacado líder anarcosindicalista por el que sentirá una honda admiración: Ángel Pestaña, histórico cenetista y fundador del Partido Sindicalista. Lo vio en dos ocasiones: una, en una conferencia en Olvera con motivo de la campaña electoral del Frente Popular en febrero de 1936. Y otra, en Sevilla, meses después, en un mítin en la plaza de toros con destacados dirigentes anarcosindicalistas. A pesar de su juventud, forma parte del comité de defensa local que se conforma el mismo día que los militares se sublevan contra el gobierno de la República. La Guardia Civil de Olvera se alinea con los golpistas y se enfrenta a los defensores de la legalidad republicana:
“Yo tenía dieciséis años y medio cuando empezó el movimiento, pero a pesar de ello, de los dieciséis años y medio, formé parte, el 17 de julio, cuando estalló todo ya, del comité de defensa del pueblo. Estaba en la reunión con el alcalde de Olvera, José María Sánchez Reviriego, alcalde republicano, para decidir qué es lo que había que hacer contra el movimiento, y mientras estábamos reunidos, el jefe de la Guardia Civil telefoneó diciéndole al alcalde: mire usted, yo voy a sacar a las tropas por medidas de seguridad a los sitios estratégicos. Y él nos miraba con el teléfono puesto: No, no… que no salgan las tropas, yo no quiero las tropas. A pesar de que el alcalde dijo eso, salieron pegando tiros al aire.
Hubo unos tiroteos, tres muertos de nuestra parte; en la Guardia Civil parece que hubo uno o dos heridos, eso no puedo saberlo. Hubo dos muertos que cayeron al lado mío y yo me escape de los tiros, yo me escapé, de los tiros yo me escapé…
Nosotros nos defendimos en los barrios obreros unos cuantos días pero luego nos tuvimos que marchar… Estuve escondido unos siete días en las montañas cercanas, en un ranchito, con un amigo socialista de Olvera hasta que nos fuimos a Ronda”.
UNA SIERRA EN MANOS DE LA GUARDIA CIVIL
La situación en la Sierra de Cádiz fue muy inestable, puesto que la mayoría de sus localidades fueron controladas por la Guardia Civil afecta a la sublevación militar. Sin embargo, una columna republicana procedente de Ronda ejerció cierta presión sobre estos núcleos, llegando a ocupar Olvera durante unas horas el día 27 de julio, causando once bajas entre los sublevados. Un día después, la columna rebelde de Gómez Zamalloa entra en el pueblo. Se da inicio a un período de terror que se prolongaría durante algunos años dejando como saldo noventa y cinco víctimas mortales, documentadas hasta ahora, entre los republicanos.
En Ronda, Eduardo Escot, se incorpora a la columna “Ascaso”, liderada por el cenetista sevillano Manuel Mora Torres, para combatir por diversas zonas de la serranía. De allí se traslada a Málaga y es testigo de la famosa “Desbandá” que llevó a decenas de miles de personas por la carretera hacia Almería mientras eran bombardeados por tierra, mar y aire por los sublevados y sus aliados italianos y alemanes. Ingresa en los batallones regulares con el grado de teniente de transmisiones en el 598 batallón que comanda su amigo Manuel Mora Torres. En Madrid estudia unos meses en la Escuela Militar en el Palacio Real. Se incorpora al frente del Jarama y después a la carretera de Extremadura. Los frentes de Aragón y Cataluña serán sus últimos escenarios de batalla. En febrero de 1939 cruza la frontera francesa camino del exilio en compañía de una gruesa columna de hombres y mujeres desmoralizados: “El recibimiento al entrar en Francia fue catastrófico”.
DESTINO MAUTHAUSEN
El campo de concentración de Barcarès es su destino durante unos meses hasta que es obligado a alistarse en las Compañías de Trabajadores Extranjeros. Con la invasión alemana de Francia en mayo de 1940, la compañía de Eduardo es apresada muy pronto en la ciudad de Belfort. Tras varios meses como prisionero de guerra en el Stalag XI-D cerca de Hamburgo, se produce la deportación a Mauthausen, el llamado campo de los españoles en Austria, el 27 de enero de 1941 donde se le adjudica el número de matrícula 5.151 que llevará cosido en el traje rayado que aún conserva. Eduardo trabaja por unos meses en las célebres canteras del campo central de Mauthausen, escenario de las más crueles torturas y vejaciones que los SS infligían a miles de deportados convertidos en esclavos y en verdaderas piltrafas humanas que, en una buena proporción, tenían como último destino los hornos crematorios.
En el verano de 1941 Eduardo es trasladado a Bretstein, donde se construye un pequeño campo conformado exclusivamente por españoles. Localizado en un valle montañoso en la Estiria austriaca, lejos del campo central, Eduardo Escot y más de doscientos republicanos trabajarán, en unas condiciones terribles por las bajas temperaturas y la falta de alimentos, en la construcción de una carretera alpina. Un año después es destinado definitivamente al subcampo de Steyr donde se dedica a la fabricación de automóviles para el III Reich. Su estado físico se había deteriorado considerablemente a la par de la inmensa mayoría de deportados para pesar tan solo 35 kilos en el momento en que entran las tropas norteamericanas en Steyr el 5 de mayo de 1945.
UN RECONOCIMIENTO TARDÍO
Eduardo rehizo su vida en el exilio francés, en la ciudad de Rosny sous Bois, cerca de París donde fue acogido junto a 18 deportados españoles. En París conoció a su mujer, Aimée, con la que tiene dos hijos. Se dedicó, en un principio, a su oficio de zapatero para terminar trabajando en una empresa dedicada a la publicidad. Durante unos años siguió vinculado a la CNT en el exilio desempeñando algunas responsabilidades. Perteneció a la Federación Española de Deportados e Internados Políticos mientras tuvo actividad. Ha viajado en tres ocasiones a Mauthausen y ha sido uno de los impulsores del Memorial existente hoy día en la localidad de Bretstein, en la Estiria austriaca, donde se ubicó un comando de triste y sentido recuerdo para los republicanos andaluces y españoles.
En marzo de 2007, por iniciativa de entidades memorialistas, el Ayuntamiento de Olvera le tributa un emotivo homenaje junto a los otros dos olvereños, Cristóbal Raya y Pablo Barrera, muertos en el campo de Mauthausen. Se descubre una placa con sus nombres en el Centro Cultural La Cilla con la presencia de Eduardo y de los familiares de los deportados y amigos y vecinos. El 19 de marzo del mismo año, la Diputación Provincial de Cádiz distinguió a Eduardo Escot con la Placa de Oro por su defensa de los Derechos Humanos.
Con la muerte de Eduardo Escot se va extinguiendo una generación única en la historia contemporánea que rerpresenta muy bien el arraigo y pujanza del ideal y la cultura libertaria en Andalucía. En su biografía se condensan todo los grandes dramas del siglo XX: miseria, emigración, represión, guerra, exilio, deportación, trabajos forzosos, genocidio… a la vez que se personifican los grandes ideales de justicia, igualdad y libertad. Eduardo Escot siempre estuvo dispuesto a prestar su voz para hacer realidad la declaración llamada “Juramento de los Supervivientes” de Mauthausen en la que se apela a no olvidar a las víctimas y al deber de recordar. Su testimonio permanecerá como voz de alerta para no repetir los graves errores del pasado que siempre parecen acechar a la humanidad, en el documental sobre los andaluces en los campos nazis Memoria de las cenizas: https://vimeo.com/68386604 . De ahí la vigencia del legado: ¡Nunca más! Descanse en Paz.
(*) Ángel del Río Sánchez es delegado en Andalucía de la Amical de Mauthausen.
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