08/04/2015 19:54
Arturo Escarda, Moscú, EFE Los "niños de la guerra", algunos de los pocos que quedan en Rusia de los de más de 3.000 menores españoles evacuados durante la Guerra Civil a la Unión Soviética, pudieron reencontrarse hoy con su historia en la exposición sobre su vida inaugurada en la sede del Instituto Cervantes de Moscú.
Más de 80 paneles, que contienen fotografías, dibujos y documentos digitalizados reunidos por la Asociación Archivo, Guerra y Exilio (AGE), se exponen a partir de hoy en dos salas del Instituto Cervantes moscovita.
Cuentan la historia de miles de niños, muchos de ellos hijos de combatientes y activistas republicanos, que como Nicolás Gregorio Rodríguez, hoy con 87 años, llegaron a Rusia en 1937 para huir de los horrores de la guerra.
"Me trajeron con nueve años y me llevaron a un orfanato en Odessa (Ucrania), donde estuve cuatro años, y luego, cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, nos evacuaron a la ciudad de Sarátov, a orillas del río Volga", relata a Efe Nicolás, que se sorprendió al reconocerse en una de las fotos de la exposición.
Con poco más de 30 años, luce a un paso detrás de Fidel Castro, en una instantánea tomada en 1963, pocos años después del triunfo de la revolución cubana, y rodeado de especialistas rusos y otros traductores que se fueron a la isla para ayudar a los revolucionarios a construir el socialismo.
"Cuando estuve en Cuba, tuve la posibilidad de estar con Fidel Castro, con el Che Guevara, y con otros líderes de la revolución. Ése soy yo, al lado de Fidel", dice orgulloso.
Tardó más en volver a ver a su madre en su natal Bilbao que en viajar a la lejana isla caribeña, en el extremo casi opuesto del planeta.
"No pude ir a España hasta 1968 y fue entonces que vi a mi madre por primera vez en 31 años. Aún estaba viva", recuerda Nicolás una suerte que no tuvieron muchos de sus compañeros.
De foto en foto, de documento en documento, la exposición hace un recorrido por la vida de estos niños desde su infancia en los orfanatos rusos, a los que aún hoy llaman "casa de niños", hasta la vejez, reflejada en fotos en las que se cuentan cada vez menos a medida que avanzan los años.
Imágenes en los orfanatos, en las que se pueden ver niños jugando, cantando, durmiendo, practicando deporte, y que se combinan en los paneles con las cartas a sus padres y otras que escribían al dictado de sus cuidadores, dirigidas a líderes comunistas.
"En la Unión Soviética estoy muy bien (...) aquí comemos mucho y bien. Pero en España los niños no pueden comer bien", se puede leer en una de las cartas.
Dolores Cabra, hoy día y desde hace muchos años secretaria general de la AGE, es una de las personas que más han aportado a la conservación de unos archivos únicos y esenciales para la memoria histórica de España.
Llegó por primera vez a Moscú en 1995 para participar en el 60 aniversario de las brigadas internacionales que lucharon en la guerra civil española, integradas por muchos voluntarios soviéticos.
Entonces conoció a los "niños de la guerra" que se reunían en el Centro Español de Moscú y quedó para toda la vida vinculada a ellos, ya entonces sexagenarios que ya llevaban toda la vida en Rusia.
"El que era entonces vicepresidente el Centro, Alberto Fernández, me dijo: ¿Cuándo se ocupará en España alguien de nosotros?", recuerda Cabra en una entrevista con Efe.
Dos años más tarde, ya como miembro de la AGE, volvió a Moscú para llevarse fotografías, dibujos infantiles y documentos que hoy, tras ser ordenados y digitalizados, han vuelto por fin a sus orígenes.
Dieciocho años después, la asociación cumple con su compromiso de devolver la historia de los pequeños refugiados que se llevó a España "para que quede en Rusia, que fue su país de acogida y que se convirtió en su nuevo hogar".
"Esta documentación la tenían en el Centro Español y en 1997, los niños nos dijeron que nos las lleváramos a España para que no se perdiera. Hoy, los originales se guardan en el Archivo Nacional de Cataluña", explica Cabra.
Tras pasar por tres espacios distintos en Moscú, la exposición seguirá su recorrido por otros lugares simbólicos para los niños de la guerra, ciudades esparcidas por toda la geografía soviética en las que fueron acogidos durante su largo periplo por los orfanatos de la desaparecida URSS.
"La siguiente parada será Obninsk, donde estuvo una de las casas de niños que más españoles acogió, más de 500. Y luego, iremos a San Petersburgo, donde fueron a parar gran parte de los pequeños españoles en los primeros años tras su llegada a Rusia", concluye Cabra.
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