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Una serie se centra en los amoríos adúlteros de Ramón Serrano Suñer, que ejerció como mano derecha de Franco entre 1938 y 1942; en esos años, aparte de asaltar alguna que otra cama, Serrano Suñer cometió todo tipo de crímenes que, sin embargo, no veremos por televisión.
Carlos Hernández | El Diario | 23/11/2016
Nuestros jóvenes y no tan jóvenes tienen desde anoche un nuevo ídolo al que admirar. Es increíblemente guapo, ambicioso e inteligente. Se trata del protagonista de la nueva serie de Telecinco Lo que escondían sus ojos. Un personaje histórico que atesoró mucho poder en nuestro país pero cuyas andanzas son desconocidas para la inmensa mayoría de los españoles. Interpretado por el actor y modelo Rubén Cortada, ese nuevo galán ha subido a los altares de la televisión. Pese a su dudosa calidad, quizás la serie conquiste su objetivo de alcanzar altos índices de audiencia; nada que objetar de no ser porque ese galán, ese personaje fascinante, no es otro que el Himmler español.
Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco, tres veces ministro de este, orgulloso fascista y uno de los políticos más sanguinarios del Régimen, ha resucitado en nuestras pantallas rodeado de glamour. Tanto es así que numerosas tuiteras le piropearon durante la emisión y otro internauta le rebautizó ingeniosamente como Jamón Serrano Súñer. La serie se centra en los amoríos adúlteros de quien ejerció como mano derecha del dictador desde 1938 hasta finales de 1942. En esos años, aparte de asaltar alguna que otra cama, Serrano Suñer cometió todo tipo de crímenes que, sin embargo, no veremos por televisión.
El “cuñadísimo” se incorporó como ministro del Interior al primer Gobierno que Franco constituyó en Burgos en enero de 1938. En su mente solo había dos objetivos: estrechar relaciones con la Alemania de Hitler y perseguir hasta la muerte a aquellos a los que la “Nueva España” consideraba adversarios políticos. Entre sus “obras” destaca la creación, en abril de ese año, de un organismo encargado de recuperar y clasificar toda la documentación incautada en las sedes de los partidos, sindicatos, asociaciones republicanas… Esa información le permitió encarcelar y asesinar a miles de hombres y mujeres cuyo único delito había sido militar en alguna de esas organizaciones democráticas. También suyo es el mérito, junto a su amigo y aliado Heinrich Himmler, de lograr que la Gestapo y la policía española firmaran un acuerdo de colaboración para perseguir disidentes.
Esa cercanía al régimen nacionalsocialista resultó muy estimulante para Franco, que le entregó todo el poder. Lo de menos era si ocupaba la cartera de Gobernación o de Exteriores. Lo cierto es que en Madrid todos le llamaban el “Ministro Presidente”. Sin descuidar la represión interior, Serrano Súñer vio en la invasión alemana de Francia la oportunidad de culminar su tarea. Envió a Berlín y a Vichy listados con los nombres de centenares de dirigentes y simpatizantes republicanos que se refugiaban en el país vecino. Decenas de ellos, como el presidente de la Generalitat Lluís Companys o los ministros Zugazagoitia y Peiró fueron capturados por los nazis y entregados a las autoridades franquistas, que no dudaron en fusilarlos.
En la cima de su carrera política, Serrano Súñer viajó a Berlín en septiembre de 1940. En las reuniones que mantuvo con Hitler y Himmler se dictó la sentencia de muerte de miles de españoles que habían sido capturados por las tropas nazis. El día que el todopoderoso ministro abandonaba la capital alemana, la Oficina de Seguridad del Reich ordenó a la Gestapo sacarles de los campos de prisioneros de guerra y enviarles a Mauthausen. 5.500 hombres, mujeres y niños españoles morirían en ese y otros campos de concentración nazis por cortesía de Serrano Súñer. En ese tiempo, nuestro héroe también se despreocupó de la suerte de miles de judíos de origen sefardí a los que el régimen franquista pudo haber salvado con solo mover un dedo. Todos ellos acabaron en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau. Ni estas ni el resto de las víctimas ocuparán un solo segundo en el producto televisivo que se estrenó anoche.
Quizás un país como Alemania podría permitirse realizar una serie centrada en los amoríos de Hitler o de Himmler. Allí sus habitantes conocen y asumen su negro pasado. Sus estudiantes visitan con frecuencia los campos de concentración y nadie duda de que ambos personajes fueron unos auténticos monstruos. Y con todo, deberíamos recordar que una película tan impecable, desde el punto de vista histórico, como fue “El Hundimiento”, recibió infinidad de críticas de la comunidad judía porque consideraban que “humanizaba” la figura del Führer.
No, nosotros no somos Alemania pero somos más chulos que ellos. Aquí son pocos los que conocen el verdadero rostro de personajes como Súñer y, sin embargo, no nos importa pasarnos la Historia por el forro, como pudimos volver a comprobar anoche. En el making off previo que emitió Telecinco, el único supuesto historiador al que dieron voz fue a Alfonso Arteseros. Este documentalista se hizo conocido por hacer apología del fascismo en una serie de programas que presentó en Intereconomía TV llamados “España en la memoria”. De hecho, la cadena de Mediaset presentó como declaraciones en exclusiva de Serrano Súñer lo que en realidad eran extractos y descartes de la entrevista que Arteseros emitió en la televisión ultraderechista. Es cierto que, entre multitud de especialistas en información rosa, también apareció el periodista Fernando Rueda introduciendo algunas píldoras sobre la ideología nazi del personaje; pero el resultado final fue de una equidistancia intolerable. El propio actor que interpreta al ministro resumió sin quererlo, ni probablemente saberlo, esa perversa lógica: «Serrano Súñer podía equivocarse o no pero al menos tomaba decisiones».
El capítulo solo empeoró lo visto en el making off. Súñer aparece displicente ante el que, en realidad, fue un gran amigo, el ministro de Exteriores del Reich Joachim Von Ribbentrop. Una sola vez alude a la represión… el ministro encargado de la represión; y es para interceder ante Franco y pedirle que no ejecute a los republicanos apresados en Francia. Igual de insostenibles, históricamente hablando, son las supuestas intrigas entre falangistas, militares, diplomáticos alemanes y británicos. El trabajo de documentación parece haber sido realizado, al alimón, entre un grupo de aficionados y miembros de la Fundación Francisco Franco. Y así, el asesino se presenta ante la millonaria audiencia como un cordero cuyo único defecto es desear a la mujer del prójimo. Desconozco, y no me importa, si la serie es fiel a la relación entre Súñer y la marquesa de Llanzol, pero en lo demás supone una tergiversación histórica injustificable y un verdadero insulto para las víctimas de este carnicero.
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